¿Qué sería del Zinemaldia Festival de San Sebastián sin una buena polémica? El año pasado llegó el Premio Donostia a Johnny Depp, y este por su inclusión en la Sección Oficial de Esparta, la película del provocador Ulrich Seidl que, según Der Spiegel, explotaba a los niños actores violando las normas laborales en Rumanía, donde se rodó esta película sobre un pedófilo que monta una escuela de yudo para rodearse de niños. Según los medios, el director igualmente ha ocultado a los actores más jóvenes y sus familias el tema de la película, que compite por la Concha de Oro.
Cuando salió el artículo, Seidl negó categóricamente la incriminación. “Si, como afirma Der Spiegel, los padres se opusieran a la filmación o a la forma en que tratamos a sus hijos, o si los niños se sintieran incómodos con nosotros, no habrían seguido trabajando con nosotros durante tanto tiempo. No hace desatiendo afirmar que nunca obligué a ningún criatura (ni a ningún de los actores) a hacer nulo frente a la cámara que no quisieran”, dijo, y señaló que los niños actores siempre estaban “bajo supervisión constante” y que los padres estaban informados. Adicionalmente, agregó que en el verano de 2019, a posteriori de terminar el rodaje, visitó a todos los chicos y a sus padres y “ningún de ellos se quejó o mostró malestar”, pues nunca hubo una denuncia o incriminación firme.
Pese a todo, el Festival de Cine de Toronto, donde igualmente había sido seleccionado, retiró el título de su selección, dejando la pelota en la cancha del equipo de José Luis Rebordinos, que mantuvo la película en competencia. En una entrevista con elDiario.es, Rebordinos dejó clara su postura: “No somos jueces para investigar lo que ha pasado en una película, ni somos jueces para resolver si ha habido alguna conducta delictiva. Sólo podemos resolver películas. En la película no hay nulo que veamos que pueda ser susceptible a algún problema. Las acusaciones hablan de algunas secuencias y algunas imágenes que no están en la película. Siempre digo lo mismo, el único que positivamente puede anular este pase es un árbitro. Respetamos la ley”.
Para echar tunda al fuego, Seidl canceló a última hora su cita al festival, donde tenía previsto aparecer en los medios. “Estoy muy agradecido a José Luis Rebordinos por apoyar al Sparta desde el principio, a pesar de la presión mediática y la polémica repentina e inesperada que generó. Significa mucho para mí. Mi impulso original fue ir a San Sebastián y no dejar sola la película en la que mi equipo y yo trabajamos durante tantos primaveras. Sin incautación, me di cuenta de que mi presencia en el estreno podría hacer sombra la admisión de la película. Ahora es el momento de que la película hable por sí misma”, dijo en un comunicado enviado por Filmin, que distribuirá la película en España. Esparta se convirtió en el plato musculoso de una Sección Oficial nuevamente azotada por la polémica.
¿Y cómo es la película?
Esparta Nunca oculta, ni siquiera en la sinopsis, que se tráfico de una película sobre un pedófilo. Su protagonista es un hombre al que vemos por primera vez en una relación con una mujer, pero que va a los parques y juega con los niños. No puede abastecer relaciones con su pareja y, en un momento, deja su hogar y se va a un pueblo en el campo de Rumania para aparearse un campamento de yudo para los niños del sitio. Vemos al pedófilo entrenar a los niños, tomarles fotos y hasta bañarse con ellos -en la ámbito más incómoda de la película-, y aquí entra la complejidad e inteligencia de la película, nunca lo vemos cometer el crimen. Nunca hay ningún exageración en la pantalla, nunca lo vemos cruzar la tendencia de la pedofilia a la pederastia. Lo vemos tentado pero nunca cayendo.
Es un delirio a la mente de un paciente. A muchos les hubiera gustado ver a un monstruo como protagonista, pero Seidel nunca les da eso. Por supuesto que le gustaría satisfacer su deseo sexual, pero nunca lo hace. Para hacer más incómoda la película, el director muestra este espacio como un refugio de la vida canina de estos niños, con padres maltratadores que quieren que sus hijos sean violentos.
Me di cuenta de que mi presencia en el estreno podría hacer sombra la admisión de la película. Ahora es el momento de que la película hable por sí misma”.
Ulrich Seidl
— Director de ‘Esparta’
Seidl juega con la expectativa del espectador, que sabe que esta es la historia de un pedófilo, y con ella moldea su examen. Las bromas que hacen los niños en ropa interior no serían incómodas en otra película, pero aquí están porque conoces el contexto y que el personaje que está a su costado es un pedófilo. Así como referencias homoeróticas a la civilización griega. Pero hay que incidir, no hay una ámbito en la que no se muestre maltrato ni a una pequeño desnuda. De hecho, la cámara siempre se mantiene firme y distante con tomas largas y gran angular.
El director, especializado en mostrar las miserias de Europa Occidental, tratando en sus películas temas como el turismo sexual de las mujeres burguesas a África, o los sótanos de las familias austriacas, llenos de simbolismo y herencia carca, vuelve a hacer la provocación en Esparta. No hay nulo nuevo aquí. Es el tema, espinoso, y su forma de abordarlo, sin concesiones al espectador, lo que lo vuelve todo más vago.
Para complicar un poco las cosas, Seidl incluso incluye una capa política que vuelve a centrar la atención en la historia flamante de Europa. El padre del pedófilo es un carca que en su demencia canta himnos fascistas, y el hijo no monta un campamento para sus hijos en su país, sino que va a Rumanía, poniendo en el meollo del asunto una clara confrontación fascismo/comunismo. Una película cuya polémica está fuera del cine y que hubiera estado perfectamente que su director hubiera venido a defenderla.