Este nuevo documental sobre el festival Woodstock ’99 vuelve sobre el caos, el descontrol y la destrucción que tuvo ocasión en este evento supuestamente dedicado a la “paz y el aprecio”.
El segundo documental en un año sobre el caos y el descontrol que supuso el festival de rock Woodstock ’99 (ver reseña aquí de este otro, estrenado en HBO Max). Y aunque este tiene formato de serie y no de película, en efectividad su duración total no es mucho decano (son tres capítulos de menos de 45-50 minutos cada uno) que el mencionado, que rondaba los 110. entonces es: para hacerlo?
En otras palabras: reescribir la reseña aquí se vuelve un poco redundante (casi todo lo que tengo que asegurar al respecto está dicho allí) y quizás la única gran diferencia es que esta serie le echa la infracción casi en su totalidad a los productores de este evento (la otra fue más divididos), especialmente cuando son criticados directa y duramente por muchos de los jóvenes que trabajaron con ellos, quienes intentan demostrar de diferentes maneras que este caos y descontrol se podría suceder previsto con una mejor estructura. Sabían que tenían una bala de relojería en sus manos, pero hasta el final de sus días (uno de ellos, Michael Lang, murió en enero de este año) continuaron negando los problemas o culpando a otros.
Fue un evento diseñado para percibir mosca (y recuperar las pérdidas de Woodstock ’94) y se notó en todos los aspectos: desde la yerro de seguridad, los precios de las bebidas y alimentos (agua incluida), la yerro de preparación de los sanitarios instalaciones sanitarias y la marcha de personal de precisión, entre otros horrores. Si a eso le sumamos un notorio frustrado por estas y otras promesas incumplidas, algunos errores absurdos (como dar velas a lo que en ese momento era una multitud enojada), una serie de grupos musicales que no ayudaron mucho a calmarse o incluso parecían presionar deliberadamente los esfuerzos de los organizadores para hacerlo tal vez en un plan confuso «romperlo todo» (especialmente Limp Bizkit y Red Hot Chili Peppers), esta es una profecía autocumplida que termina en caos.
De revés a la pregunta llamativo. ¿Cuál es la falta de hacer dos documentales sobre el mismo caso si no hay diferencias importantes o fuertes revelaciones o nuevas búsquedas estéticas? Se me ocurre que, por otra parte de suceder sido probablemente dos proyectos en paralelo y de que los proyectos de HBO acabaran ayer, había una cierta tendencia ligada a los documentales sobre situaciones de este tipo, especialmente ligados a festivales de rock descontrolados (como el Fyre Festival de hace algunos abriles) u otros eventos que se fueron por el desagüe. Y que, de una modo extrañamente irónica, la industria de hacer documentales sobre estos temas funciona con el mismo tipo de codicia que tenían los organizadores de Woodstock ’99.
Da la impresión, luego de ver muchos documentales sobre «crímenes verdaderos » u otras zonas oscuras del pasado flamante (especialmente Estados Unidos), que ya existe una fórmula para hacerlos y que hasta los entrevistados la conocen. De vez en cuando, se siente que muchos testimonios parecen exagerados para las cámaras, con personas que hablan frases listas para el tráiler como si hubieran sido entrenadas para ello, o que los entrevistadores les piden repetidamente que las repitan hasta que lleguen. el ocasión valentísimo entonación. . Como en la ficción, ya existe un maniquí para muchos de estos “productos documentales” que se vuelve cansino y repetitivo.
MADERA ’99 Asimismo demuestra que este festival fue una mala prueba para un maniquí corporativo de eventos de este tipo que hoy está estandarizado en todo el mundo. Un festival es una marca que se vende sin importar qué artistas van (ver sino la cesión de entradas para Lollapalooza, en su traducción argentina al menos, sin artistas anunciados) y lo que suele ser central parece ser el hecho de suceder estado ahí más que cualquier otra cosa. En 1999, como inteligentemente analiza, no existían entonces las redes sociales dando a conocer estos hechos, lo que podría suceder evitado algunos de los excesos más crueles y violentos. Pero al mismo tiempo, lo que harían las emisoras hoy no sería muy diferente de lo que la cobertura en vivo de MTV buscaba en ese entonces para escenas de “suspensión impacto” con muchedumbre todo el tiempo. Se sabe que, con las cámaras encendidas, el comportamiento de muchos es diferente -y más exaltado- de lo habitual.
Y el otro pájaro a analizar, eso sí, es la diferencia importante entre el machismo y el machismo de la época, que era incontrolable en festivales de este tipo, y el sentimiento de decano cuidado y responsabilidad que existe hoy en día en materia de abusos sexuales e incluso violaciones como que paso despues. Hoy los festivales son seguros, controlados, ordenados y cuidados. Y eso, en normal, es un paso delante. Aunque fue a costa de dejarlo todo en manos de unas pocas corporaciones a las que les importa menos la música.
Sobre el caos del propio festival –en detalle, repito– podéis observar más aquí.
Series: crítica de «Fiasco total: Woodstock ’99», de Jamie Crawford (Netflix)