Los que amamos a los animales y buscamos su bienestar somos muy mano dura. Insistimos e insistimos e insistimos hasta que lo que pedimos, por importante que sea, se convierte en una sirimiri que no penetra. Mensajes cruciales, pero tan banales que no llaman la atención, y vivimos en una sociedad donde cada vez es más difícil denominar la atención de los demás.
Uno de esos mantras que repetimos es que un animal es un compromiso de por vida, que no podemos dejar de rajar nuestras puertas a un ser vivo del que tenemos la obligación honrado y jurídica de ser responsables hasta el final. Seguro que te suena ascendiente, seguro que lo has audición muchas veces. Ojalá toda la sociedad hubiera interiorizado esto, pero hasta que eso suceda, el disco roto seguirá reproduciéndose.
Sin incautación, esta vez no tocarán el mismo tema una y otra vez, sino seis canciones diferentes y relacionadas, porque Tener un animal son seis compromisos de por vida. Seis, pequeño.
El compromiso de cuidarlos hasta el final de sus días; el compromiso de considerarlos siempre miembros de la comunidad, individuos únicos, nunca objetos; el compromiso de cuidar su vitalidad física y mental; el compromiso de nunca usar violencia de ninguna forma con ellos, porque no es de buena educación abroncar y mucho menos pegar; el compromiso de respetar sus gustos, comprender sus miedos y no querer cambiar su carácter; y el compromiso de conocer tu forma de comunicar y las deyección de tu especie. Un compromiso múltiple que se rompe miles de veces al día.
Habrá que seguir insistiendo.
