Banca  

Efectivamente no sé lo que me está pasando, pero definitivamente poco me está pasando.

La verdad es que no sé qué me pasa, pero seguro que poco me pasa. Pienso en Nora Ephron quejándose de su cuello, de las arrugas que sin duda delatan su años. Y ella se arrepintió. Ella analizándose a sí misma. Su deseo de ser más tierno, siempre más tierno. Ella escribiendo un ejemplar sobre el tema, teniendo toda esa importancia y frustrada con arrugas que no la representaban. Con su enorme sentido del humor virginal añadido a la experiencia, codiciando un físico gratis por ser más inteligente, más ingenioso y más panorámico. Nora lo quería todo. Ordinario.

No me siento mal por mi cuello. No me preocupa mi cuello, pero a veces me veo en fotos que puedo subir a Instagram o fotos de photocalls. Veo fotos que mis amigos me envían de nosotros brindando con morapio sobre una cama de ceviche a medio terminar. Y sonrío con todas mis fuerzas pero hay un brillo en mis fanales que nunca terminaComo cada vez que entro en Barajas y no me funciona muy perfectamente el billete digital. “Suba el brillo, señor”. Y yo me enfado, los juzgo, me protesto a mí mismo, pateo metafóricamente. Hay toda una desavenencia en torno al gas y tengo que subir el brillo cuando descabalgar el brillo es una de las pocas cosas que puedo controlar.

Mi cara sigue siendo la misma que hace tres abriles, tal vez más círculos oscuros debajo de los fanales, mi cuerpo asimismo, la carcasa funciona pero el interior es un efectivo desastre. Yo era de los que al principio no se quejaba del COVID. Lo enfrenté con esperanza, con el corazón ocupado, con mucha hipocondría y pesar por las bajas, sí, pero asimismo con la esperanza de que fuera una abundancia momentánea. “Serán tres abriles”, me dijeron fuentes gubernamentales. Y advirtieron: “Puede que las mascarillas nunca desaparezcan”; pero ayer fui a IFEMA y todo parecía estar arreglado. En el Mercedes-Benz Semana de la Moda de Madrid hay un dominio reservada asaz amplio llamamiento Sala do Beijo donde nos reunimos posteriormente de los desfiles y la masa verdaderamente se besa mucho allí. Es España, no sé, aquí somos muy cariñosos. Me acompañaba un amigo cubano que me decía: “wow, cómo besan ustedes los españoles” y yo pensaba en otra pandemia, otro encendido de mecha, otro cataclismo y más cuarentenas imposibles — vine a soldar tres seguidas como en un maga exposición, Kafka, pero la vida finalmente se abrió camino con orgullo y la OMS dijo que se acabó. ¿Ahora que?

Ahora sintonizo la radiodifusión y leo cartas al editor en los periódicos y veo las consecuencias de eso. Publican el ejemplar del exministro Illa, publican médicos que informan lo más riguroso del crudo invierno y de repente todo esto no parece más que una nebulosa que solo nos preparaba para la próxima pandemia. Podríamos con esto y podemos con muchos. No con todos quizás, pero somos 8.000 millones de almas asaz resistentes. Sin retención No sé qué me pasa porque estoy perfectamente, bueno, lo que se flama ocurrente, no lo estoy. Porque estuve casi dos abriles sin abrazar a mi matriz y eso no puede venir arbitrario. El otro día presenté un ejemplar que escribí en un pub y ella morapio con una máscara, era la única. Besó a los lectores ya mis amigos en un esfera seguro, mucho más seguro que una sala de besos. Para ella, eso no sucedió. Para ella, puede que nunca termine psicológicamente.

Voy todos los días a los eventos porque la vida se ha vuelto rápida y agitada y porque somos una especie que siempre sabrá sobreponerse —la resiliencia, candidata a palabra del año—. ¿Cómo estás?, me preguntan. Y digo bueno. Digo que todo está en orden, aunque conozco muchos muertos. Y lo digo con convicción, solo que el nivel de perfectamente ahora es otro. Si concedemos una cierta suspensión de la incredulidad, podemos ponerle un parche a eso y afirmar que la vida era un poco así y que lo de ahora se parece mucho a enero de 2020, pero la verdad que estoy adormecido, soy un tal vez un poco más cínico, lo pienso por micras de segundo cada vez que automáticamente me preguntan y automáticamente respondo. Allí se creó un pequeño despeñadero del que casi nadie deje.

Mi capacidad de galantear permanece intacta, tal vez incluso un poco con anabólicos, porque lo que antiguamente dábamos por sentado ahora lo saboreamos conscientemente. Carmen Maura me dijo en una entrevista sobre la parte más dura del tema que todos saldríamos del proceso tocados y puede que sea así. Puede que sea así y lo asimilamos, puede que los que nos rodean y nosotros mismos nos hayamos vuelto más insoportables, o más vehementes, o más asertivos, o más políticamente incorrectos, y eso se acepta. El otro día Charles de Inglaterra jugueteó con su estilográfica y armó un buen pollo televisado. Fielmente iba a heredar las llaves del reino y se fundió en el colapso mental que muchos esperaban, el primero, creo, su matriz; y me consulto si fueron los agitación del momento, o su orfanato nuevo, o la presión de retener que lo vigilan tanto o que verdaderamente odia los bolígrafos. Sí jules winfield Si hubiera estado allí, le habría dicho “Cálmate Ringo” y le habría cubo su billetera llena de billetes con el logo de “Bad Motherfucker” impreso en él mientras Conejito de miel Ella lo señaló con nerviosismo. Camilla simplemente suspiró, sonrió a la inglesa y pensó en pedir otro té. Cuando te cae todo el peso de la historia, o te aplastas como yo o te envuelves en gritos como Carlos III, y no sé qué es más humano, pero a los dos nos pasa poco”. el Rey de Inglaterra. O tal vez siempre ha sido así.

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