el alucinación del este es una de las vías de comunicación más importantes de Puebla y Tlaxcala, con una larga trayectoria de 32 abriles, pero a la vez es una empresa pequeña en cuanto a infraestructura física y personal. Pese a ello, ya cuenta con un espacioso historial de robos y ataques a sus trabajadores, en el gimnasia de sus actividades laborales, como reflexiva del permanente estropicio de la seguridad pública que no es percibido, o que se quiere ocultar, por parte de las autoridades. de los tres niveles de gobierno.
El hecho más fresco ocurrió ayer al mediodía, cuando el reportero Martín Hernández Alcántara Dejó su automóvil grisáceo, un maniquí Nissan March, estacionado en una calle de la colonia Huexotitla, que supuestamente es una de las zonas de la ciudad con más cámaras de vigilancia y seguridad policial.
Posteriormente de ir a un café de esa zona, una hora y media posteriormente regresó a su automóvil y descubrió que le habían quitado la computadora y el música acondicionado. Los ladrones para ingresar al transporte no rompieron ningún vidrio ni forzaron las placas, las cuales están cerradas con un sistema eléctrico.
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Y lo más impresionante es que desmantelaron el música acondicionado y la computadora sin quitar los cables, reflejando que tuvieron cuidado de ponerse los aparatos intactos, como forma de venderlos en el mercado molesto a buen precio.
Este robo se da luego de dos semanas de intensos operativos policiales contra la indicación “zona 46 poniente”, que es donde se venden la mayoría de las autopartes robadas en Puebla.
Uno supondría que este igualación policial tendría un impacto en el circuito criminal de robo de autopartes, pero el robo de ayer de El alucinación del este –atribuido a Martín Hernández- es una pequeña señal de que el creciente comercio ilegal de componentes de vehículos está allí de reducirse significativamente.
Los primeros reportes periodísticos sobre la impunidad que existía para las empresas dedicadas a la traspaso ilegal de beneficios de autopartes son de la época del administrador Mariano Piña Olaya. Es asegurar, hace tres décadas y media.
En ese momento, el corredor para este tipo de negocios se redujo a cuatro calles en la 46 poniente, entre la 13 meta y la Avenida Carmen Serdán, que es la diagonal que sigue a la Etapa Central de Caminhões y conecta con la carretera México-México.
Ahora el radio de traspaso de autopartes albarca 10 cuadras y se estima que habría entre 300 y 400 establecimientos, adicionalmente de unos 500 almacenes improvisados o “casas de seguridad”, donde se esconde la longevo parte de la mercadería ilegal.
Cada semestre, indefectiblemente, siempre hay operativos para capturar a los responsables del robo de autopartes, así como realizar decomisos de mercancías ilícitas y cerrar tratos en la 46 poniente.
Siempre, en cada período oficial, hay las mismas expresiones: hay protestas de los comerciantes de la región y juran a los cuatro vientos que su negocio es legítimo. El gobierno, por su parte, promete que se acabó el mercado molesto de componentes automotrices. Y al final, pasan los meses posteriormente de los allanamientos y todo vuelve a la normalidad. Es asegurar, nadie impide el aumento constante de establecimientos dedicados a ofrecer beneficios robados.
No es ningún secreto que toda esta extensión de instalaciones existe conveniente a la corrupción policial. Las mafias protegen a los organismos oficiales que deben combatir dicha actividad ilícita.
El único cambio destacable es que hace unos abriles trascendió que el entonces cártel de los Zetas había tomado el control de la zona, fijando una “tarifa mínima” para los inquilinos. Algunos querían repeler la perturbación y prender fuego a sus locales. Esta etapa terminó no con la intervención de las autoridades, sino con el exterminio de la mencionada ordenamiento criminal por su enfrentamiento con el cártel de Sinaloa.
Esta es una cinta de los robos sufridos por directores, editores y reporteros de el alucinación del este a sus vehículos, todo lo cual tuvo ocasión en la calle Manuel Lobato, donde se ubica la sede del diario y cuyos componentes automotrices seguramente terminaron en el 46 de Poniente:
En enero de 2015, se robó un automóvil maniquí Tsuru propiedad del semanario.
Meses antaño, a otro transporte de la misma marca le robaron una llanta.
En 2012, al director del semanario, Aldo Bonanni Torreblanca, le robaron la rueda de repuesto y la aparejo de su coche.
Recientemente sucedió lo posterior:
A la editora Brenda Valerdi le robaron varias pertenencias de su automóvil.
Elizabeth García Vilchis, cuando era responsable de los contenidos digitales de el alucinación del esteLe arrancaron los espejos a su camioneta.
Al periodista Arturo Alfaro, en su etapa como reportero de el alucinación del esteLe robaron las llantas de su automóvil.
A Tania Valerdi, otra editora de este medio, le quitaron dos llantas a su automóvil.
Y al director del diario, Aurelio Fernández Fuentes, le robaron los espejos de su camioneta.
Por eso la muchedumbre vive con miedo en Puebla.
O al menos miedo a dejar un coche aparcado en la vía pública.
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Nueve robos a una pequeña empresa llamada La Jornada de Oriente