La película podría asomar por el final. Pudo asomar con la penetración de Lorenzo Brown, la absurda ayuda de Thomas Heurtel y el balón desviado al córner, donde paciencia Alberto Díaz. Sería una buena entrada al personaje: el pequeño que sabía que estaba en el ocasión correcto. Recibe Díaz, con el contador 82-70 y minuto y medio en el temporalizador. El partido lleva mucho tiempo hato, probablemente desde que España decidió que ni las decisiones arbitrales cambiarían su rumbo.. Aún así, sería tan agraciado si ese pequeño pelirrojo tomara la foto…
Díaz se levanta, nadie en el horizonte, con todo el tiempo del mundo, y el balón entra noble a canasta. Es su segundo triplete en dos minutos para un total de ocho puntos. En principio, no debería estar allí, sino en casa. En principio, no debería estar dirigiendo la Francia de Fournier, Gobert, Yabusele, Heurtel… el subcampeón descarado, el bronce del Mundial. Debe estar presionando a la defensa, sacando faltas y robando balones. El pelirrojo, insólito protagonista, no debe condenar igualmente las finales con sus canastas.
Y todavía. Así, Díaz culmina una obra maestra coral que comienza con un preparador de otra galaxia. -cuarto Eurobasket para Sergio Scariolo, el enlace de unión entre la engendramiento de los 80 y este colección de experimentados luchadores, hombres de fortuna incapaces de rendirse delante carencia ni nadie-, continuamos con la historia de dos hermanos acostumbrados a residir al ganancia del gratitud -Willy, MVP del torneo; Juancho, tras sus siete triples, MVP de la final, y lo sustenta un reparto por el que nadie daría un centavo: el tranquilo Brown, el puro López-Aróstegui, los “fontaneros” Parra, Pradilla, Saiz, Fernández, Díaz…
Hay poco poético en la sucesión de apellidos de oficinistas en nuestra selección. Poco muy gachupin, si se quiere, muy hogareño. Tengo la sensación de que parte de la simpatía que generó este colección está precisamente en la identificación con el espectador. Uno admira a Pau Gasol oa Juan Carlos Navarro, pero es difícil identificarse con ellos. Son superestrellas, son genios, son elegidos. Uno puede identificarse con Alberto Díaz haciéndole la vida difícil a Schroeder, con Rudy Fernández tirándose a la escalón para recuperar un balón, con Darío Brizuela buscando las habichuelas delante los mejores defensas de Europa…
GUÍA | Los pasos que debes seguir para poder ver un tuit que no está apto por tus preferencias de privacidad
Quizás, precisamente para animar esta empatía, la película podría asomar desde el principio. El almohadilla del Unicaja, donde disputó un puesto de titular precisamente con Jaime Fernández, recoge sus cosas y abandona el Polideportivo Antonio Magariñosun buen ocasión para ambientar esta historia, porque no solo es donde se entrenó el equipo durante el mes de agosto para preparar el torneo, sino que igualmente es donde jugó unos primaveras el padre de la clan Hernangómez, donde entrenaba el mismo Juancho día y tenebrosidad. , donde se formaron Sebas Saiz, Darío Brizuela y el propio Jaime Fernández cuando aún eran jóvenes promesas. Baloncesto delante Estudiantes colapsado.
Lo que fue dicho: Plano medio de Alberto Díaz juntando sus cosas con Jonathan Barreiro, Héctor Alderete y Miquel Salvó. Díaz viene de una temporada pésima en el Unicaja de Málaga, sin poder clasificarse para la Copa del Rey ni los Playoffs, acostumbrado a las molestias de una ciudad riguroso y un conocido muy experimentado. Díaz igualmente es emotivo. El propio Scariolo lo dice en rueda de prensa para razonar estar en el colección de los cuatro primeros descartados: “Díaz no está muy adecuadamente físicamente”, insiste, pero nadie se da cuenta, porque, bueno, es Díaz.
Pero Scariolo aclara: “Alberto ha estado aquí muchas veces y estará aquí muchas más”. Entonces nuestro protagonista se derrumba, pero solo parcialmente. Entiende que es una cosa coyuntural, que nadie le ha cerrado la puerta, y sigue entrenando con su club, cada vez mejores, más rápidos y ágiles, cada vez más dispuestos a demostrar que tienen un ocasión en las próximas ventanas de la Copa del Mundo, en esos apasionantes partidos contra las Ucranias del mundo donde prácticamente todos estos nuevos campeones de Europa descubrieron el placer doméstico, la tensión competitiva de representar a su país.
Díaz piensa en los próximos meses y de repente necesita estar sagaz en un día. Sergio Llull se lesionó, Juan Núñez aún no tiene el nivel de un titular de reserva a este nivel. Scariolo decide retornar a emplazar a Díaz y Díaz vuelve como un toro, como diría Jesulín. Decidido a recuperar el tiempo perdido. Díaz es todo manos y piernas, siempre un paso por delante de su rival en defensa, siempre escondido en el rincón donde nadie lo pesquisa en el ataque. Díaz se apetito la confianza de sus compañeros, del preparador y, al final de la película, de todo el país, quienes llenan las redes sociales de elogios y “memes”.
Díaz, de 28 primaveras, ha renunciado durante mucho tiempo a cualquier sueño de convertirse en una destino. Pero España no quiere estrellas. Ya no. Lo has probado y es bueno, pero es pasado.. España quiere chicos pequeños, España quiere familia que tenga la boca abierta pensando “no puede ser, no pudimos con Valanciunas, Markkanen, Schroeder y Wagner y ahora tenemos doce contra Gobert y Fournier”. No, no puede ser, pero ya sabes: Lorenzo Brown finta con penetración, Heurtel recibe la ayuda y el balón llega al córner donde Alberto se levanta, todos miramos la televisión y juntos celebramos la canasta. El fin.
Vídeo | Brown: “Estoy agradecido de ser parte de esto”
Otras historias que igualmente te pueden interesar:
https://es.telediario.yahoo.com/alberto-diaz-seleccion-espanola-baloncesto-campeona-eurobasket-francia-075453565.html