La mayoría de los ciudadanos ven a los empresarios como empresarios que arriesgan su moneda y dan su trabajo para producir caudal, convidar servicios y crear riqueza para la sociedad, mientras obtienen ganancias razonables a cambio. Otras mentes más desordenadas los consideran lobos a los que abatanar o vacas a las que ordeñar.
El Gobierno pertenece a este reunión si escuchamos la belicosidad mostrada por el presidente con destino a las empresas energéticas, “que hacen el software y sacan del ronzal al PP”, y los bancos, como si fueran los responsables de los males que ahora plaga el país país. Esta satanización es tanto más sorprendente cuanto que no está de acuerdo con la socialdemocracia que siempre ha considerado al mundo empresarial como un contribuyente fundamental y más en tiempos difíciles.
Compare este estilo duro sobre las empresas de energía con el de Ursula von der Leyen: “Hoy proponemos deslindar las ganancias de las empresas que producen electricidad. Están acumulando ganancias… No me malinterpreten. Ocasionar ganancias es positivo, pero en este momento esas ganancias deben compartirse y canalizarse con destino a quienes más lo necesitan”. Era su forma empática de pedir la cuota solidaria a las empresas eléctricas para ayudar a los más vulnerables con una tarifa “a plazos”, no a facturación como pretende el Gobierno gachupin, que debe corregir su propuesta.
Asimismo debe terminar con el disparate de los ataques a las empresas de energía y los bancos y dejar de culparlos por extrañas conspiraciones, la inflación y las penurias que sufre la parentela. Parece que el ala socialista del gobierno adoptó la ideología de Podemos y se apropió de sus consignas “ricos y pobres, en lo alto y debajo” para criminalizar a los empresarios que cumplen la función de originar trabajo y producir riqueza en una sociedad libertado. La embestida contra las empresas eléctricas y los bancos -próximamente se agregarán más- igualmente amenaza la seguridad jurídica que, si se ve amenazada, aliena a los inversores.
El moneda pesquisa entornos seguros donde los empresarios rentables invierten, mantienen empleos, crean riqueza y, a menudo, brindan apoyo social.
El impuesto de sociedades eléctricas, que pocos cuestionan, reducirá la confección de la luz, pero no el impuesto bancario, que puede tener mercadería no deseados. Directivos de la industria sostienen que, de implementarse este impuesto, tendrá consecuencias sobre el empleo, la inversión y el precio de los productos y servicios, que el Gobierno no puede controlar y que pagarán los clientes.
Por eso, para los gobiernos y para el país, el diálogo y el acuerdo con las empresas son más beneficiosos que los golpes de la autoridad intervencionista.