Una de las primeras iniciativas de Francisco Porrúa en 1975, dos abriles posteriormente de su regreso definitivo a España -donde eligió Barcelona para instalar Minotauro, tu editory residir hasta el resto de sus días- fue la traducción y publicación de una obra entonces prácticamente desconocida en nuestro país, El Señor de los Anillos de John Ronald Reuel Tolkien. Obtuvo sus derechos de traducción adquiriéndolos a la clan Muchni, propietaria de Fabril Editora, que ya había publicado en 1964 una primera impresión de El Hobbit con derecho el pequeño hobbitque había sido un contundente fracaso comercial. Pero correcto a las dificultades económicas por las que atravesaba la editorial, la clan propietaria se vio obligada a entregar los derechos a Porrúa.quien le presentó la proposición económica más suculenta: $1.500.
La letras fantástica siempre ha sido muy popular entre Don Paco., que sabía muy adecuadamente que estaba delante una importante obra del especie que encajaba muy adecuadamente en la rasgo editorial del Minotauro. Lo que no sospechaba era que aquel primer tomo de la obra de Tolkien iba a tener un éxito comercial insólito en nuestro país y en Latinoamérica: en al punto que dos semanas se vendieron 40.000 ejemplares, una miseria frente a los 8 millones que se facturaron. del Minotauro. Solo Porrúa tradujo el primer tomo de la novelística, La comunidad del anillobajo el seudónimo de Luis Domenechy los dos siguientes, Las dos torres (1979) y O Retorno do Rei (1980), adyacente a la traductora argentina Matilde Zagalsky bajo el seudónimo de Matilde Horne. Los tres libros salieron con el nombre de la editorial que había fundado en Argentina. En 1982 la editorial Minotauro además publicó El Hobbittraducido por Manuel Figueroa, y en 1984 el silmarillion, traducido por Rubén Masera y el propio Porrúa. Tres abriles más tarde, en 1987, los apéndices El Señor de los Anillostraducido por Masera.
Francisco Porrúa Abelenda nació un día incierto de noviembre de 1922 en Corcubión (A Coruña), pero no tenía ni dos abriles cuando se encontró viviendo en Comodoro Ribadavia, en el corazón de la Patagonia argentina, un proscenio ambiental que a él, admirador del cine indio y vaquero, le gustaba rememorar como su “Far West”. Fue su padre, marino mercante, quien eligió ese motivo cuando, cansado de surcar los mares del mundo, solicitó un destino en tierra y, en respuesta a su petición, la compañía le ofreció el Comodoro como única opción.
cabal ahí, en la Patagonia, vivió una infancia solo interrumpida por los dos abriles de su primer regreso a España tras la proclamación de la Segunda República, pero no para celebrar el acontecimiento, sino para que su origen enferma tuviera la atención médica que le faltaba en la Patagonia. Porrúa recordaba con mucha más indiferencia que reputación aquella fugaz estancia en su Galicia; Nunca se refirió a su país, ni a España, como “la país de la infancia, y si en su vida admitió notar nostalgia, y en esto hay que cachear su sinceridad, no fue precisamente de los verdes paisajes gallegos, sino de los andinos”. ruta y la combinación de mar y desierto que sus luceros fascinados no se cansaban de contemplar en aquel agreste zona.
A los 18 abriles se trasladó a Buenos Aires para estudiar Filosofía y Trivio.pero pronto demostró que su verdadera inclinación era la de editor, inclinación que le despertó su industria en la traducción del inglés y del francés al castellano.
En 1954, adyacente con sus hermanos, fundó el Minotauro, una editorial conforme con sus gustos literarios más personales: la letras fantástica, especialmente aquella con referencias básicas a Julio Verne y HG Wells, los autores predilectos de su pubescencia. En él editó y, en numerosas ocasiones, traducido al castellano, funciona como Crónicas marcianas por Ray Bradbury. Cuando traducía, y para no dar la impresión de que la editorial disponía de bienes humanos más que limitados, firmaba con varios seudónimos, desde el ya mencionado Luis Doménech hasta Ricardo Gossey o F. Abelenda (este extremo en honor al patronímico de su origen) .
Su trabajo en Minotauro llamó la atención de Jorge López Llovet, hijo del dueño de la Editorial Sudamericana, Antonio López Llausás, en la que comenzó a trabajar como asesor, pero en la que muy pronto se convertiría en el hombre de confianza del patriarca ya que aterrizó en tu empresa. Sin preverlo, Paco Porrúa había llegado al criadero de lo que luego se conocería como el éxito de las saber latinoamericanas, un aberración afectado (y social) del que, si no padre, fue una de las figuras fundamentales, paradójicamente sin serlo. un autor y realizar su trabajo a partir del anonimato, condición que quiso hacer virtud: “El editor debe ser ignorado, el editor no es más que su catálogo, eso es todo lo que cuenta. Si el catálogo es bueno, eres un buen editor; si no, eres malo”, declaró en una entrevista.
En Sudamérica, el gallego debutó, dándole la impulso fundamental para la publicación de uno de los primeros libros de Julio Cortázar, las armas secretasconvenciendo a su patrón de que tenía que “obviar” el fracaso de ventas obtenido con el cuerpo preliminar del escritor argentino, bestiario. y luego vendría Rayuela. La relación entre Porrúa y Cortázar fue más allá del ámbito profesional. El agradecimiento del argentino quedó reflejado en una amplísima correspondencia entre los dos. Eso sí, el honor de ser el primero en descubrir sus textos, antaño de que fueran entregados a la editorial, nunca lo obtuvo Porrúa, sino otro gallego, Luís Seoane.
Cien Primaveras de Soledad
Francisco Porrúa supo por primera vez que había un escritor llamado Gabriel García Márquez cuando, en 1966, el manuscrito de Nuestro, ejemplar del escritor chileno Luis Harss, que fue una especie de reportaje y poética variada de la novelística iberoamericana que se gestaba en esos abriles. Todos eran novelistas, menos uno, Borges, que nunca quiso tener mínimo que ver con el éxito. Los otros nombres eran Miguel Pedazo de pan Asturias, Alejo Carpentier, Guimarães Rosa, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Además hubo un capítulo dedicado a “un nombre desconocido entre toda esa rasgo de héroes”. Desde Gabriel García Márquez hasta Porrúa, lo que Harss había escrito sobre él le llamó tanto la atención que inmediatamente quiso descubrir poco suyo.. Para entonces, Márquez había publicado tres novelas y un ejemplar de cuentos.
Interesado en el “autor desconocido”, y consciente de que el colombiano estaba “a lado” de una nueva obra, Paco Porrúa le envió $500 por superior para su futura novelística.. Según Xavi Ayén, “como acumulaba deudas incluso con su casero, García Márquez no solo aceptó de inmediato, sino que empezó a enviarle el manuscrito desde México…”. Animado por descubrir el avance, Porrúa informó que la tirada original sería de 8.000 ejemplares, a lo que el asustado colombiano respondió: “Paco, ¿por qué no empiezas despacio?”. Entreambos pecaron en humildad. En un año, 67.000 copias del Cien Primaveras de Soledad.
Y ese fue además el eclosión de una gran amistad entre los dos.
secreto del editor
Francisco Porrúa tenía una conocimiento de lo que significaba ser editor que iba mucho más allá de la relación profesional, de los resultados comerciales… incluso de la relación personal y afectiva que pudiera surgir con sus autores. De ahí estas líneas que, refiriéndose a él, escribió otro de sus agradecidos escritores, el periodista argentino Rodrigo Fresán: “Buenos editores, auténticos editores, en motivo de departir con fantasmas, hablen con escritores.. A veces, incluso, son poseídos por estos escritores y fingen ser dominados para, de hecho, orientar mejor al aparecido perdido en ese otro mundo ectoplasmático que es todo ejemplar mientras se escribe, cuando ya existe pero aún no es sólido, cuando no es materia de este mundo, sino materia de otro. No sé qué llevó a Porrúa a convertirse en espiritista o cuándo decidió ser editor, pero Como escritor, creo comprender adecuadamente el placer único de dedicarse a invocar libros.: ¿por qué conformarse con ser uno cuando puedes ser muchos?
En 2001 Porrúa vendió Minotauro al Peña Planeta y se retiró. Murió en Barcelona el 18 de diciembre de 2014, al día sucesivo del estreno. El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos, que en teoría sería la última película de Peter Jackson sobre la Tierra Media. Este año, recuerda, el centenario del origen del gallego que trajo a España El Señor de los Anillosde Francisco (Paco) Porrúa Abelenda.
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