Banca  

El tira presta su hombro | Peculio

Las reuniones del Ecofin y el sector financiero de la semana pasada en Praga fueron una oportunidad para atracar los desafíos que enfrenta Europa, con una crisis energética que ya está teniendo un impacto en las economías y los mercados, y una inflación que no se detendrá. Frente a esta situación, ¿qué se retraso del sector bancario? La respuesta se repitió en cada conversación: “Necesitamos bancos fuertes y comprometidos para apoyar a ciudadanos y empresas en estos tiempos difíciles”.

La banca siempre ha demostrado su compromiso con el crecimiento crematístico y su responsabilidad social. Durante la pandemia se acordaron moratorias de hipotecas y otros créditos, se adelantó el suscripción de pensiones y prestaciones por desempleo y se enviaron 140.000 millones de créditos, en parte con aval sabido, a 750.000 empresas de forma rápida y eficaz gracias al esfuerzo de los empleados de el sector o que mantuvo abiertas sus oficinas.

En el flagrante atmósfera de incertidumbres, sabemos que de los bancos se retraso seguridad, solvencia y solidaridad. Pero la fórmula para lograrlo no es un impuesto que limite la capacidad de carga de la riqueza verdadero y sea contraproducente para combatir los mercadería de la inflación. Este impuesto tendrá un huella sobre el crédito: 50.000 millones menos, según cálculos sectoriales, el equivalente a 250.000 hipotecas medias. Este revés tendrá su impacto en el PIB y su impacto en el empleo con la destrucción de entre 25.000 y 35.000 puestos de trabajo. Si sumamos el mensaje agorero que se da a los inversores sobre la estabilidad regulatoria y la seguridad jurídica en España y la reducción de la rentabilidad para los 6 millones de accionistas minoristas, el resultado es un rémora que genera nuevos problemas sin solucionar los existentes.

Siempre llevamos los hombros. La evidencia más flamante es el trabajo de las tres asociaciones, AEB, CECA y UNACC, para ampliar la atención personalizada a las personas mayores, acorazar la educación financiera y digital y aumentar los puntos de acercamiento a los servicios financieros en las zonas rurales. Iniciativas para mejorar la vida de las personas que desarrollamos en un contexto de intensa colaboración público-privada.

Por eso es chocante que, en oportunidad de emplazar por la cooperación, optaran por la imposición. Nos vimos obligados a participar en un pacto de renta con un impuesto que distingue y estigmatiza al sector y que está motivado por una serie de conjeturas contables, fiscales y laborales que no se corresponden con la existencia. Está catalogado como un “beneficio sabido patrimonial no tributario”, pero no es más que un impuesto que será administrado como tal y financiará el consumición sabido.

Respecto a su trato, lamentamos no tener tenido la oportunidad de opinar. Con el plan de ley se evita la consulta pública y toda obligación de informar, lo que sin duda afecta a la calidad de una regulación que convierte a España en una incomprensible excepción europea y pesa a sus entidades en el mercado general.

La experiencia de la gran crisis financiera nos dice que la solvencia y rentabilidad de los bancos son factores de estabilidad y seguridad. Asimismo esa injerencia política en su trámite dejó una cuenta que abonó sociedad y bancos (23.000 millones de euros a través del fondo de señal de depósitos y 2.600 millones de euros a la Sareb) para redimir los depósitos de millones de ciudadanos.

Asimismo, la crisis del Covid nos ha enseñado que, trabajando en conjunto con el gobierno, el sector financiero y las empresas, somos capaces de dar respuestas efectivas y, con una colaboración constructiva, los beneficios para la sociedad se multiplican. Esta es, en mi opinión, la mejor modo de echar una mano.

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